En el día de ayer una persona que siempre he considerado un buen amigo y creo que lo sigue siendo, me preguntaba: “¿Paco, te has separado de tu mujer?”.
Suele ocurrir - es un dicho que todos hemos escuchado alguna vez – que el “cornudo” es el último que se entera.
Y estas cosas pasan por la “cobardía innata” del ser humano – será por lo de que “quien tiene culo, tiene miedo” – de no tener el valor de mirar al otro a los ojos y contrastar las noticias que nos vienen de una sola parte.
En el transcurso de la toma de un café en un bar, lugar al que me gusta ir habitualmente, creo que como al 90% de los vecinos de este municipio – es seguramente uno de los de nuestro territorio español, sino el que más, en el que a más bares tocamos por número de habitantes, y por algo será – y es ahora, cuando mi actividad laboral me permite estar más tiempo con “los míos de verdad”, cuando me entero de muchas cosas de las que ahora me cuentan que antes nadie se atrevía a comentar.
Un rato después – ya estaríamos tomando la copa – este amigo me contaba: “se dice por ahí, que tienes no se cuantos pisos y casas, no se cuantos coches, parcelas, tierras, varios locales y no se cuanto más” y añadía: “tú y yo somos amigos, seguro que me dirás la verdad, aunque de entrada te digo que lo que me han contado no me lo he creído porque te conozco, y esto mismo lo dijeron de otro político hace unos años y si hubiera sido verdad, ya hubiera salido algo”.
Después de escucharle muy atentamente – es una virtud de la cual la gente que me conoce sabe que puedo presumir – le conté toda y la única verdad:
“Soy extremeño, de Valle de la Serena, aunque nací en Badajoz capital. A los 26 años me vine a Madrid. Dos años después a San Martín. Durante 6 años viví en la C/ Rafael Botí, en una vivienda de mi propiedad, de donde me cambié a la casa en la que vivo actualmente en la C/ Dolores Ibarruri.
Gracias a la ayuda en aquellos momentos de mis padres, al comprar la casa, el piso no lo vendí, sino que estuvo alquilado casi 6 años.
Cuando entré en el ayuntamiento en abril del 2001, el piso estaba totalmente pagado y de él obtenía una renta de 600 euros mensuales y de mi casa quedaba una hipoteca de algo más de 30.000 euros, que aún me quedan 4 años por pagar.
Trabajé 12 años en una empresa en la Poveda de Arganda, al mismo tiempo durante 7 años y medio estuve haciendo extras en la hostelería todos los fines de semana y fiestas de guardar: 1 año y medio en Pozuelo de Alarcón, 1 año en el Edelweiss, 5 años en el restaurante El Alto, y en ocasiones puntuales en El Calderón, en la terraza de San Marcos y en la del Wily. Me considero antes que ninguna otra cosa, un currante, y lo poco o mucho que tengo se lo debo a eso, a mis padres, a mi trabajo y a nada más.).
Todos somos conocedores de lo que cobran los políticos en San Martín, y os puedo asegurar que los 6 años que estuve de concejal, mis ingresos mensuales se vieron muy sustancialmente reducidos; es verdad, que la diferencia en el trabajo físico era abismal.
A los 12 años empecé a coquetear con mi actual mujer, a los 22 años me casé. Tengo 45, y en diciembre puedo decir que cumplo 33 años con la única mujer. No me he separado, tocaré madera, ni lo pienso hacer.
Ahora tengo la casa de la C/ Dolores Ibarruri y un local comercial, que acabo de alquilar, en la Avda. Ntrª Srª de la Vega, que compré hace unos tres años por exactamente el mismo precio por el que vendí mi piso en Rafael Botí; un coche que tiene matrícula de Madrid-SD, es decir, un taco de años (cuando entré en el Ayto un Toledo nuevo). el Peugot 206 de mi mujer, una casita en mi pueblo que le costó a mi padre poco más de 18.000 euros y que después me regaló y NADA MÁS.
Algún día, y no será por suerte, porque ese día habrán fallecido mis padres, si tendré un poco más. Porque mis padres - muchos de los que me conocen lo saben - sí tienen una importante fortuna y sólo somos dos hermanos para repartir. Pero eso es suyo, y por ahora, de nadie más.
Siempre me ha gustado mirarle a las personas a los ojos y así quiero que me miren a mí. Y si alguien quiere saber de mí que me pregunte, y a aquellos que me quieren tan mal, cuando les cuenten otras cosas, les pueden decir alto y claro, que son unos falsos y mentirosos”.
Pero como dice este titular, el tiempo, que es el mejor juez que existe, pondrá a cada uno en su sitio.
Suele ocurrir - es un dicho que todos hemos escuchado alguna vez – que el “cornudo” es el último que se entera.
Y estas cosas pasan por la “cobardía innata” del ser humano – será por lo de que “quien tiene culo, tiene miedo” – de no tener el valor de mirar al otro a los ojos y contrastar las noticias que nos vienen de una sola parte.
En el transcurso de la toma de un café en un bar, lugar al que me gusta ir habitualmente, creo que como al 90% de los vecinos de este municipio – es seguramente uno de los de nuestro territorio español, sino el que más, en el que a más bares tocamos por número de habitantes, y por algo será – y es ahora, cuando mi actividad laboral me permite estar más tiempo con “los míos de verdad”, cuando me entero de muchas cosas de las que ahora me cuentan que antes nadie se atrevía a comentar.
Un rato después – ya estaríamos tomando la copa – este amigo me contaba: “se dice por ahí, que tienes no se cuantos pisos y casas, no se cuantos coches, parcelas, tierras, varios locales y no se cuanto más” y añadía: “tú y yo somos amigos, seguro que me dirás la verdad, aunque de entrada te digo que lo que me han contado no me lo he creído porque te conozco, y esto mismo lo dijeron de otro político hace unos años y si hubiera sido verdad, ya hubiera salido algo”.
Después de escucharle muy atentamente – es una virtud de la cual la gente que me conoce sabe que puedo presumir – le conté toda y la única verdad:
“Soy extremeño, de Valle de la Serena, aunque nací en Badajoz capital. A los 26 años me vine a Madrid. Dos años después a San Martín. Durante 6 años viví en la C/ Rafael Botí, en una vivienda de mi propiedad, de donde me cambié a la casa en la que vivo actualmente en la C/ Dolores Ibarruri.
Gracias a la ayuda en aquellos momentos de mis padres, al comprar la casa, el piso no lo vendí, sino que estuvo alquilado casi 6 años.
Cuando entré en el ayuntamiento en abril del 2001, el piso estaba totalmente pagado y de él obtenía una renta de 600 euros mensuales y de mi casa quedaba una hipoteca de algo más de 30.000 euros, que aún me quedan 4 años por pagar.
Trabajé 12 años en una empresa en la Poveda de Arganda, al mismo tiempo durante 7 años y medio estuve haciendo extras en la hostelería todos los fines de semana y fiestas de guardar: 1 año y medio en Pozuelo de Alarcón, 1 año en el Edelweiss, 5 años en el restaurante El Alto, y en ocasiones puntuales en El Calderón, en la terraza de San Marcos y en la del Wily. Me considero antes que ninguna otra cosa, un currante, y lo poco o mucho que tengo se lo debo a eso, a mis padres, a mi trabajo y a nada más.).
Todos somos conocedores de lo que cobran los políticos en San Martín, y os puedo asegurar que los 6 años que estuve de concejal, mis ingresos mensuales se vieron muy sustancialmente reducidos; es verdad, que la diferencia en el trabajo físico era abismal.
A los 12 años empecé a coquetear con mi actual mujer, a los 22 años me casé. Tengo 45, y en diciembre puedo decir que cumplo 33 años con la única mujer. No me he separado, tocaré madera, ni lo pienso hacer.
Ahora tengo la casa de la C/ Dolores Ibarruri y un local comercial, que acabo de alquilar, en la Avda. Ntrª Srª de la Vega, que compré hace unos tres años por exactamente el mismo precio por el que vendí mi piso en Rafael Botí; un coche que tiene matrícula de Madrid-SD, es decir, un taco de años (cuando entré en el Ayto un Toledo nuevo). el Peugot 206 de mi mujer, una casita en mi pueblo que le costó a mi padre poco más de 18.000 euros y que después me regaló y NADA MÁS.
Algún día, y no será por suerte, porque ese día habrán fallecido mis padres, si tendré un poco más. Porque mis padres - muchos de los que me conocen lo saben - sí tienen una importante fortuna y sólo somos dos hermanos para repartir. Pero eso es suyo, y por ahora, de nadie más.
Siempre me ha gustado mirarle a las personas a los ojos y así quiero que me miren a mí. Y si alguien quiere saber de mí que me pregunte, y a aquellos que me quieren tan mal, cuando les cuenten otras cosas, les pueden decir alto y claro, que son unos falsos y mentirosos”.
Pero como dice este titular, el tiempo, que es el mejor juez que existe, pondrá a cada uno en su sitio.