En este caso me voy a limitar a contar a los internautas una situación, que considero gravísima, sufrida y padecida por mí y mi familia en el Hospital "Infanta Elena" de Valdemoro:
Mi hija, de 20 años, primeriza, logicamente atemorizada y muy nerviosa, llevaba varias horas con fuertes dolores, por lo que pidió inmediatamente la epidural. Teníais que haber visto su cara a eso de las 6 de la mañana cuando por fin la especialista se ofreció a ello.
Fueron horas interminables, de las que teníamos conocimiento puntualmente; unas veces por su pareja que se encontraba a su lado, y otras por coladeras que mi mujer o yo hacíamos de vez en cuando para preguntar e informarnos.
Unos 20 minutos antes de las 11,00 horas, casi medio día después, se la trasladó a quirófanos. A las 11,03 nació Asier.
¿Tanto padecimiento para qué? Al final casárea.
Nunca me he sentido tran estraño, tan impotente y tan abandonado en un sitio como éste (en un trocito más de mi casa porque para eso lo pago); y han sido muchos días, anteriores a éste, los que he pasado en un centro hospitalario, unas veces por mis estudios otras por problemas de salud propios o de algún familiar.
En el "Infanta Elena" no veías personal sanitario alguno en todo el hospital, ni celadores, ni auxiliares, ni ATS, ni médicos; eso sí, vigilantes jurados, con porra y pistola, por todos lados: abriendo una puerta cuando tú la cerrabas, encendiendo una luz cuando la apagabas, bajando el volumen del televisor si lo subías, etc... y eso que estábamos solo 5 personas en una sala de espera y acompañando al mismo paciente.
Todo un cúmulo de despropósitos, sirva como pequeño ejemplo, -con toda la seriedad del hecho- que en los mejores restaurantes del centro de Madrid, un café con tostada cuesta 2 euros; en la cafetería del hospital, un café y media tostada: 2,70 euros. (Pobre familiar del paciente de larga estancia).
Continuando con el hecho, el lunes a las 15,00 horas fue trasladada mi hija (tras más de 3 horas) de la sala de reanimación de los quirófanos a la habitación de planta. El jueves, tres días después (con toda la tripa cosida), estaba de camino a su casa de San Martín.
Sin ningún tratamiento, sin un solo antibiótico, pero sí, con unas instrucciones de visitar al siguiente día al cabecera del centro de salud de San Martín.
Como me temía, y nunca me he sentido una persona negativa, esto no podía salir bien; y eso que el niño, fenomenal, y no es pasión de abuelo, muy bonito, además de dormilón y tragón: lo que todos los padres desean.
El resultado: la tarde de ayer, lunes 7 de abril, tenemos que volver con mi hija al referido hospital, con fiebres, supurando la herida, con infecciones, pus, etc... Han de quitarle varios puntos para, a carne viva, sin ningún tipo de anestesia, realizar una limpieza profunda, eso sí, después de más de 3 horas de espera (no se por qué, pues estábamos tres); pero es ahora cuando por primera vez se prescribe el primer antibiótico.
Terminadas las curas de nuevo a su casa y con la advertencia de tener que pasar todos los días por el centro hospitalario para la continuación del tratamiento (menos mal que su pareja ha cogido los días correspondientes por paternidad y la podrá acompañar), además la prescripción de un nolotil por si continúan las fiebres (todo esto lo compramos en la farmacia de guardia de San Martín, ni siquiera le dieron el nolotil).
Durante los tres días de estancia, en alguna ocasión cuando hacía salidas del centro a echar el "pitillo", en los lugares "no habilitados" para fumadores -en la puerta principal del Hospital-, no solía estar sólo. Normalmente había algún pequeño corrillo formado por personal sanitario del centro, cuyos comentarios llegaban a los oidos de todos los que allí nos encontrábamos: "si ya estamos así, qué pasará dentro de unos meses o unos años", "algunos de nosotros hemos cambiado de centro porque aquí se ganaba un poquito más; ya, lo mismo", "vaya mierda, y además esto no nos vale en el curriculum de la C.M"; alguno con más pinta de sindicalista decía:"o empezamos a movernos ya, o estamos perdidos", etc...
Confío ciegamente en un desenlace feliz; pero qué pena: es lo que hay.
Conclusiones como un usuario más:
> Hemos estado en un centro totalmente privado.
> Mi hija se encontraba, eso sí, en una habitación individual con el nº 123, y exceptuando otras dos o tres más, el resto estaban ocupadas por niños de una edad de 0 a 3 años en lo que era llamado: "Servicio de Pediatría de Día".
Esta es la sanidad de Esperanza Aguirre, y esto no es ni más ni menos, lo que nos espera a todos; quizás unos tengan más suerte que otros, porque aquí, por lo visto y vivido, de eso se trata, DE BUENA SUERTE.